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Pollo glaseado crujiente con patatitas.

Tener invitados en casa suele ser genial. O, por lo menos, para mí lo es. Disfruto mucho pensando en qué preparar, eligiendo el vino e incluso haciendo la compra de los ingredientes. Sin embargo, hay un momento que no me gusta tanto. Y seguramente, vosotros también estaréis de acuerdo conmigo. Se trata de el rato en el que se va a servir la comida y todo el mundo está en el salón con su copa de vino, sus aperitivos… y tú, el anfitrión, estás en la cocina preparando la comida, todo estresado. Es cierto que hay invitados que se van contigo a la cocina, pero siempre tienes la sensación de que lo mejor sería estar todos juntos en el comedor.

Con el tiempo, he descubierto que la mejor manera de hacer que esos momentos previos duren lo menos posible es preparar platos de horno. Te permiten tenerlos preparados mucho antes de que lleguen los invitados y esperar a que estén listos junto con los demás, de forma que no te pierdes nada.

Este es uno de esos platos que, aunque parezca que tiene mucha elaboración, ninguno de los pasos a realizar es difícil ni requiere una habilidad especial, por lo que lo único que se necesita es disponer de un poco de tiempo.

POLLO GLASEADO CRUJIENTE CON PATATITAS.

Ingredientes (para 4 personas).

– 800 g de patatas nuevas pequeñitas, de esas que se usan para hacerlas al vapor o al microondas.

– 8 contramuslos de pollo con piel.

– 500g de tomates cherry.

– Orégano.

– Vinagre Balsámico.

– Aceite de oliva.

Preparación.

Se pone a hervir una buena cantidad de agua  salada en una olla, como la que utilizaríamos para cocer pasta. Cuando rompa a hervir se echan las patatitas. Mientras tanto, vamos preparando el pollo. Cada contramuslo hay que cortarlo en tres trozos más o menos iguales, quitando el hueso pero dejando la piel. Es sencillo si se dispone de una buena tabla de cortar y un cuchillo afilado. Cuando ya está cortado, se sala y se unta con un poco de aceite de oliva y se reserva.

Lo siguiente que hay que hacer es pelar los tomates cherry. Suena un infierno, ¿verdad?. Bueno, pues no lo es, hay truco. Cogemos los tomatitos y los ponemos en un cuenco, los pinchamos uno por uno (eso es divertido) con un cuchillo afilado  y después les echamos agua hirviendo por encima. Los tenemos así durante un minuto y medio, o incluso dos, y veremos cómo la piel se va desprendiendo.Cuando han pasado los dos minutos (a lo sumo) se les escurre el agua y se les deja enfriar para poder quitarles la piel. En última instancia, se pueden usar los tomates sin pelarlos, pero no quedará tan jugosa la receta.

A estas alturas ya se puede ir poniendo el horno a precalentar a 180ºC, a no ser que se vaya a preparar para comerlo en otro momento, claro.

Mientras los tomates se van enfriando y las patatas siguen hirviendo tranquilamente (todo lo tranquilamente que uno puede estar cuando hierve, supongo), calentamos dos o tres cucharadas de aceite en una sartén y freímos los trozos de pollo para sellarlos, esto es, para que se  doren sin preocuparse de que se hagan por dentro, ya que después vamos a ponerlos en el horno. Es importante hacer hincapié en freír la piel porque queremos que quede crujiente. Cuando creamos que está frito lo ponemos en una bandeja para el horno y lo tendremos allí esperando al resto de los ingredientes.

Para entonces ya podremos ir pelando los tomates cherry y los vamos colocando estratégicamente, mezclados con el pollo, en la bandeja para horno. Miramos entonces las patatitas. Lo normal es que estén ya listas, pero si no lo están, se dejan otro ratito. Para saber si están listas, lo mejor es clavarles un cuchillo y ver si están blanditas. De hecho, si están duras y todavía no están preparadas, cuando clavas el cuchillo y levantas la patata, esta queda ahí, como un trofeo. Cuando están blanditas, la patata se escurre del cuchillo.

Una vez listas las patatas las colocamos (también estratégicamente) en la bandeja del horno. Luego cogemos la mano del mortero y le damos un golpe a cada patata, para espachurrarlas un poco. Y ya casi hemos terminado. Digo casi porque la palabra «glaseado» todavía no ha sido utilizada, y ya saben que hay que usar todos los datos del enunciado. Lo que hay que hacer para preparar el glaseado es mezclar  bien en un pequeño recipiente cuatro cucharadas de aceite de oliva, un chorreón de vinagre balsámico y un poquito de sal. Cuando está todo bien mezclado se va espareciendo por encima del pollo, las patatas y los tomates, poniendo un poco más sobre el pollo que sobre las verduras.

Finalmente, se espolvorea el orégano por encima y se  pone la bandeja en el centro del horno a 180ºC durante 45 minutos y estará listo. Parece muy latoso, pero en realidad todo se va haciendo casi a la vez y no tiene ningún paso verdaderamente complicado. Y el resultado es delicioso.

Esta receta (con alguna ligera variación) está sacada del libro «En Casa con Jamie» de Jamie Oliver.